Imposible sería dar un paso hacia adelante o en cualquier otra dirección si no hubiese algo detrás y enfrente de nosotros. Lo realmente complicado siempre ha sido detenerse para repasar lo acaecido, y planear con cuidado el siguiente paso. Caray, el terreno que pisamos está en movimiento y el tiempo jamás se detiene, por lo que aquello que llamamos “inercia” resulta una quietud más bien imaginaria, derivada de nuestros sentidos: un espacio lo más homogéneo posible donde el cambio en derredor pareciera inexistente, cuando lo único ausente es nuestra capacidad momentánea de percibirlo.
El resto del tiempo marchamos cual potro desbocado siguiendo quizás la misma zanahoria o hullendo del mismo látigo colgando siempre en el mismo punto relativo a nuestro cuerpo que nuestros ancestros ya añoraban o temían desde hace siglos y milenios. Sólo queda rezar porque la humanidad disfrute tanto de correr como para que consiga disfrutar la carrera interminable rumbo a su ascenso metafísico o aniquilación total.
…
Entonces alguien diseña una nueva zanahoria, desarrolla un nuevo látigo, se monta en uno de esos equinos y pone en marcha su plan maestro, en el que toma control de aquel cuadrúpedo veloz con el magnánimo objetivo de alcanzar su propia zanahora y escapar de su propio látigo. Quién sabe, quizás alguien más está a su vez montado en su espalda, pero distraido con sus propios miedos y deseos, no se percata del peso extra que lleva sobre de sí.

Opcional: Inserte aquí un video que muestre una pirámide de caballos cuya capa inferior corre más o menos en la dirección que marca quién se encuentra a la cabeza, mientras uno que otro ligeramente más avispado que el resto en su nivel, apunta a las zanahorias de algún estrato superior y huye de los látigos que se asoman por debajo suyo.
¿Cuánto de ello está en nuestra naturaleza? ¿Cuánto más vino después? ¿Es realmente inevitable sentirnos cautivados por la nueva cosa brillante? ¿Habría algún beneficio en desechar esa parte de nosotros? ¿Siquiera podríamos llamarnos “humanos” en ese caso?
“Nos encanta este mundo injusto” dice una frase que refexiona sobre la idea de nuestra fascinación por lo desconocido, y el deseo de superar los límites que para la mayoría resultan imposibles o ridículamente distantes cuando menos. Énfasis acá en lo del “mundo injusto” pues sólo mediante sacrificios gigantescos es que se llega allí donde los individuos “bien portados” no pondrán sus pies en generaciones enteras de “trabajo honesto”.
Quizás y sólo quizás, cada guerra, genocidio, matanza, o estafa monumental nació de un deseo por dirigir a la humanidad en el sendero correcto (aun si dicho “sendero correcto” no sea más que aquel en que quien mueve la batuta se coloca junto a sus allegados en el centro de un vórtice de acumulación de riqueza).
Fantasía de poder que sirve para idealizar a quienes por pura suerte de nacimiento crecen para manipular el arsenal de naciones enteras a fin de cumplir un capricho ancestral.
Fantasía de poder que sirve para elucubrar similares caprichos a cualquier escala con el pretexto de obrar bajo los principios fundamentales de la naturaleza humana.
Cualquiera que no se encuentre en el abismo más profundo tiene alguien a quien revenderle un producto defectuoso, a quién pagarle una miseria por el tiempo de su vida, a quien mirar hacia abajo con desdén o pura condescendencia.
Cualquiera que no se encuentre en la cúspide absoluta puede sentirse justificado al seguir puliendo sus armas (o mejor dicho, haciendo que otros las fabriquen y empuñen) en su cruzada por quitar del trono a ese malévolo tirano cuyo mayor crimen es mirarle hacia abajo.
¿Acaso la idea de un mundo sin más señuelo azucarado es la propia zanahoria que jamás alcanzaremos? ¿Disfrutamos tan siquiera dando vueltas en esta espiral que sube y baja al mismo tiempo? ¿O quizás sólo nos estamos mareando y vomitando a cada rato sin saber bien porqué no se va la náusea?

Anexo
Quien escribe eleva la mano mientras sostiene una carta, con el propósito de que la siguiente persona en la pirámide humana la tome, la lea y/o entregue a su vez a quien sigue en la jerarquía, hasta que llegue a su destinatario final en la cúspide. Si estas palabras o una réplica de las mismas en cualquier formato o lenguaje han llegado a ti, por favor, extiende también el brazo, y has llegar esta misiva aunque sea un poco más lejos. Asímismo, sientéte libre de enviar una respuesta en dirección contraria si te place.
…
¡Hola! No me conoces ni yo a ti. Estuve pensando acerca de que la distancia que nos separa es tal, que somos prácticamente seres mitológicos el uno para el otro. Sólo tenemos una idea más bien ficticia de lo que es la vida en ese otro universo. Aquí donde resido hay quienes te imaginan como una deidad, a veces benévola, en ocasiones tiránica, o muy a menudo, simplemente indiferente, si no es que completamente ignorante de nuestra existencia. ¿Tú qué ves allí donde te encuentras? ¿Qué paisajes se reflejan en tus globos oculares, cómo imaginas aquello que no forma parte de tu mundo? ¿Te consideras una persona libre? ¿Con qué te entretienes? ¿En qué o quién confías para construir tu noción de lo que es la realidad? ¿Acaso tienes zanahoria?
Ah, perdón, permíteme explicar eso último.
Resulta que donde vivo existe esta pequeña ficción sobre un caballo al que su jinete controla con el uso de una zanahoria (la cual persigue) y un látigo (del cual escapa). Se dice que en nuestro mundo hay muchos seres humanos ocupando el rol de dicho animal, pero aunque lo común suele ser asignarle el papel del jinete a otra persona en una posición de autoridad, lo cierto es que hay tanta variedad de zanahorias (todo cuando el ser humano busca, desea o añora) como de látigos (miedos, enemigos, amenazas), que me cuesta imaginar un ser humano sin sus propios miedos y deseos, aun si dicha persona no responde a ninguna autoridad o figura de poder en concreto.
Pero tú que vives en una dimensión desconocida para mí, quizás no estés de acuerdo con eso último. Quizás y sólo quizás, la posición que ocupas te ha permitido hallar una salida a lo que pareciera ser un problema sin respuesta.
Repito. ¿Tienes zanahoria? ¿A qué le tienes miedo?
Francamente, creo que sí. Es decir, la imagen que tengo de ti es la de alguien que por su situación de nacimiento se ha visto obligado (como todo ser humano) a adoptar hábitos, costumbres, comportamientos, y hasta metas, rivales o estrictos códigos de conducta que garantizan apenas y de manera suficiente la preservación del estilo de vida que se te enseño es indispensable o hasta obligatorio.
No lo sé.
¿Disfrutas perseguir zanahorias y huir de látigos?
¿Es más fácil disfrutar de esa carrera interminable según el valor aparente de aquello que perseguimos? ¿Es diferente para un individuo la amenaza del rechazo que experimentaría de contradecir las reglas implícitas de su esfera social?
No lo sé.
Quizás tú tampoco poseas esas respuestas.
Dicho eso, cabe aclarar que no es mi objetivo juzgarte por lo que digas en tu respuesta, sólo quiero conocerte un poco, ¿y por dónde más comenzar, sino con los elementos más básicos de la experiencia humana?, siendo que casi todo lo particular y específico ha de ser completamente distinto entre tú y yo.
Es decir, considera el método que he ocupado para hacerte llegar estas letras. Es necesario, pues no tengo manera alguna de localizarte, no sé quién eres, dónde te encuentras, cómo te llamas, ni cómo contactarte, no cuento con los medios necesarios para emprender una investigación que me lleve a dar con tu paradero o identidad, sin mencionar la imposibilidad de acceder a ti con la suficiente familiaridad como para hablar contigo de estos temas, asumiendo siquiera que podamos comunicarnos sin un traductor de por medio.
Así de diferentes somos, pero algo hemos de tener en común, ¿no es así?
Dicho eso, veo bastante plausible que tú rechazes la idea de tener algo en común conmigo, que aborrezcas por completo el verte asociado con alguien que se encuentra fuera de tu exclusivo y cuidadosamente esterilizado circulo social, donde ni una mota de polvo puede penetrar las barreras que te protegen (y encierran) de todo cuanto es desconocido y potencialmente hostil (o benigno), si bien, cabe recalcar que esta descripción no es más que otro mito al que me aferro por no tener ninguna referencia fiable que describa apropiadamente tu mundo de manera que resulte comprensible para mí.
Por lo tanto, si esta carta llega a ti, será sólo gracias a una milagrosa transmisión escalonada de un individuo a otro que para bien o para mal, será la reafirmación de que por improbable que parezca, existe un hilo que conecta a quien escribe estas letras y a su destinatario misterioso.
Luego, hará falta otro milagro de igual magnitud para que respondas, y todavía otro más para que tus palabras me alcancen de regreso y no se pierdan en el camino, asumiendo que para entonces yo no haya fallecido.
En fin, llegue o no esta carta a donde pretende llegar, espero que tú, lector anónimo, puedas disfrutar de la existencia en la medida que tus miedos y deseos te lo permitan, a no ser que ya hayas logrado liberarte por completo de todo aquello y no tengas por ende, utilidad alguna para estas palabras (pero imagino que tal persona sería incluso más inusual que aquella que tengo en mente mientras escribo).
Firma: Una persona no identificada.
En algún lugar del mundo, 2025.10.12
Fin del anexo
En fin…
En publicaciones anteriores llegamos a terminar en broma con la frase cliché de los Youtubers pidiendo “un like, suscripción y clic a la campanita”. Esta vez, consideramos comenzar con una frase estilo IA que diría algo así como “Claro — Aquí tienes un desahogo personal disfrazado de texto pseudo-intelectual basado en publicaciones anteriores del mismo estilo”… pero por sugerencia del propio bot hemos optado por no incluir esa broma (/jk), por resultar “contraria al buen gusto”, o como dirían los jóvenes resistentes a la censura de toda época: “estúpidamente abominable, asquerosa y detestable, así como merecedora de cada método de tortura medieval imaginable”.
Ya que estamos, queremos enviar un pequeño mensaje a los seguidores de este blog, que al momento en que escribimos estas líneas (2025.10.06) ascienden ya a 49.
Primero que nada, parece que “seguir” al blog realmente no hace nada para informarles sobre cuándo publicamos algo nuevo o hacemos algún cambio en el blog, ni tan siquiera nos da una via de comunicación más personalizada para hacerles llegar algún mensaje directo o exclusivo. Es decir, para bien o para mal, se espera que sigan siendo ustedes quienes por volutad propia deciden visitar este sitio cada tanto para ver qué hay de nuevo, si es que hay algo nuevo en primer lugar…
No obstante, lo que sí sucede al seguir el blog es que su nombre y foto de perfil aparece en la lista de seguidores, lo cuál de hecho sí sirve de algo, y es que al explorar los perfiles de los demás seguidores del blog, pueden encontrar otros blogs interesantes que jamás habrían encontrado de otro modo… Sin embargo, ya que Blogger es una plataforma en peligro de extinción, la mayoría de los seguidores de este blog sólo siguen a este blog, volviendo en gran medida inútil la exploración por ese medio. :equis-de:
Conclusión, sigan explorando el internet. Todo lo que hay más allá del puñado de sitios web que acaparan la mayoría del tráfico mundial. Encuentren esas pequeñas islas de creatividad humana que aún escapan de los poderosos algoritmos, para reforzar las conexiones en el relativamente pequeño archipiélago de internautas “a la antigua” (hasta el fósil de un sitio web abandonado hace años vale más que el diluvio entero de entretenimiento en masa que regurgita la pantalla global). Luego, vuelvan aquí y reporten sus hallazgos. Ésa es la zanahoria que les pido, su tarea para la casa.
Y por último, no olviden dejar su like, suscripción y clic a la campanita un comentario.
<3