A continuación, mostramos una imagen compuesta por dos rectángulos de color complementario uno a un lado del otro. Al centro, hay un punto negro. Toma la imagen y ponla a pantalla completa, en la pantalla más grande posible. Acércate un poco, de manera que tu campo de visión abarque más de la imagen y menos de sus alrededores. Asegúrate de estar cómodo en la posición que adoptes, porque tendrás que permanecer allí por un rato. ¿Cuánto? De ti depende. ¿De qué va esto? Va la explicación:
El reto consiste en mantener la mirada fija en el punto negro durante tanto tiempo como sea posible. Es válido parpadear (entre menos, mejor), pero tu vista no debe enfocarse en nada más que el punto negro. No desvíes la mirada ni un segundo. Advertencia: Los colores comenzarán a confundir a tu sentido de la vista, y con esta información tan contradictoria, poco a poco, tus ojos dejarán de procesar los dos colores por separado, y comenzarán a promediar la información. Eventualmente, los dos colores que percibas se irán tornando grises. En este punto, quizá temas por tu salud visual, pero debes seguir mirando al centro. El reto va de eso y nada más. Ahora sí, explicado eso, inténtalo. Puedes poner un cronómetro para conocer tu récord. Cuando te recuperes de la experiencia (lo cual toma poco tiempo) continúa la lectura, y descubrirás el significado de este reto.
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(Nos disgusta hablar con afirmativos. Lo que diremos a continuación es pura especulación que gira en torno a nuestro punto de vista. Hacemos afirmaciones por conveniencia a la hora de transmitir nuestras ideas)
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Es tan fácil ser tú, y aún así, absolutamente nadie en este mundo (aparte de ti) es capaz de serlo. Así mismo, para ti es imposible convertirte en cualquier otra persona. ¿Te agrada la persona que eres? ¿O quizá no? Da lo mismo, nadie puede experimentar el mundo igual que tú, y aunque sea agradable o tortuosa tu vida, eres la persona más capacitada para ese rol. Nadie podría hacerlo mejor. Por supuesto, ser bueno en algo nunca ha sido sinónimo de hallar placer en ello, lo cual tampoco implica que lo opuesto sea la norma.
Un chico intenta persuadir insistentemente a una chica para que ésta acepte salir en una cita con él. Ella se muestra incómoda con la situación, no quiere aceptar, pero las indirectas con las que trata de comunicar su negativa son ignoradas. Él sigue evadiendo las excusas de ella, tratando de arrinconarla para que no tenga más opción que aceptar. Ella se ve cada vez más atrapada, podría salir de la situación con una negativa clara y directa, pero tras haber tomado una ruta diferente, le es difícil cambiar de estrategia. Del mismo modo, él podría dejar la persuasión e intentar averiguar lo que ella desea, a fin de buscar un equilibrio en el que ambos obtengan lo mejor posible, en lugar de priorizar sus propios intereses, pero tras haber tomado una ruta diferente, le es difícil cambiar de estrategia.
Eventualmente ella cede, y acepta salir con él. La situación estaba a favor de él. Ambos estaban formados a la espera de algo que ninguno quería perderse, así que no había escapatoria. Así mismo, un colega de él estaba presente, factor importante para que él se mostrara incluso más decidido de lo normal. Ella estaba sola (si bien, con ellos), así que carecía del apoyo necesario para afrontar la situación.
En un principio fue fácil ver el evento como una especie de batalla. Un tira y afloja en el que dos combatientes buscan lo mejor para sí a costa del otro (aunque en este caso, la balanza estaba desequilibrada). Después, nuestra interpretación de los hechos fue la de una muestra de poder de parte de él, lo cual de inmediato nos puso "del lado de ella", queriendo "defenderla", "ayudarla a vencer" al otro, o en todo caso, permitirle "escapar" de una "batalla" en las que no se le auguraba victoria alguna. La situación seguía en marcha y decidimos tratar de entender el punto de vista de él. Era claro que entendía las indirectas, así que tenía que haber una razón para ignorarlas y seguir adelante como si nada. "Qué cabrón", fue lo primero que pensamos, y nos hubiéramos quedado con esa idea si no hubiéramos estado allí atascados en la fila cerca de ellos. No obstante, seguimos indagando en el por qué, hasta que nos planteamos la situación desde un punto de vista diferente: ¿Por qué nosotros no actuaríamos como él? ¿Por qué nos es tan difícil empatizar con su punto de vista?
¡Claro! Es porque somos personas diferentes. Es imposible para una persona convertirse en otra radicalmente diferente de un momento a otro. Muy bien. ¿Y eso cómo ayuda a entender su forma de actuar? Bueno, pensemos en nosotros mismos una vez más. Usemos de referencia nuestra experiencia para lanzar algo de luz en la caverna.
"Si vas a hacer algo, hazlo bien"
Llegamos a esa conclusión en secundaria, a mitad de un trabajo grupal en el que los esfuerzos de nuestros compañeros dejaban mucho que desear. No entendíamos por qué sólo nosotros nos esforzábamos, y aunque quizá sabíamos la respuesta, no lográbamos conectar los cabos sueltos para articular lo que habíamos descubierto, pero de pie en aquella fila, años después de acuñar esa breve frase de antes, finalmente cobró sentido.
Él decidió, a través de cada pequeña experiencia en su vida, convertirse en la persona que se convirtió después y que guiará su camino futuro. No fue una única decisión la que marcó su rumbo, y no fue un sólo momento en el que se solidificó su perspectiva del mundo y de sí mismo. No hubo un momento en el que él dijera "oh, éste soy yo. Ayer no lo era, pero hoy, y de ahora en adelante, lo seré". No. Por lo tanto, realmente no importa tanto saber por qué él decide actuar de cierto modo, sino que, tras haber asumido una personalidad (acuñada con los años), lo único que una persona (no sólo él, sino cualquiera) puede hacer a partir de allí, es reafirmar su posición, reafirmar su existencia, perfeccionar su papel en la obra, pulir su actuación. Mejorar en ser sí mismo. No importará en lo más mínimo si sus acciones son "correctas" o "incorrectas", lo que importa, es que de acuerdo a su experiencia, funcionan para conseguir sus objetivos, y aún cuando no, dichas acciones forman parte de los cimientos sobre los que se erige su visión del mundo, su realidad completa. La pregunta no es ¿Por qué es así?, sino ¿cómo llegó a serlo?
"Si vas a hacer algo, hazlo bien"
Pero ¿qué es "bien"? ¿Qué unidad de medida se ocupa para medir lo "bueno", y distanciarlo de lo "malo"? ¿Qué brújula indica la dirección en la que tenemos que extender la regla, y luego caminar 100 metros dirección al "bien" para convertirnos en personas ejemplares? No hay.
No hay una medición concreta, si bien, como colectivo, nos empeñamos en refinar la conducta humana mediante unidades morales de caridad y benevolencia, así como restricciones sociales que penalizan a pequeña o gran escala las conductas indeseables a pequeña o gran escala que ponen en riesgo la existencia del grupo, pero a final de cuentas, la definición de lo que es "bueno" sigue siendo personal, y la interpretación de "hacer bien las cosas" será tan variada como seres humanos haya.
Eventualmente ella cede, y acepta salir con él.
Arrinconada y sin la voluntad para cambiar de estrategia, ella cede para ponerle fin al conflicto. Es lo mejor que logró hacer. Con todo a su favor y realmente poco que perder en esa situación, él consigue su objetivo reafirmando su visión del mundo. Es lo mejor que logró hacer.
En ese momento nos dimos cuenta de algo. No sólo ellos, sino todo ser humano hace lo mejor que puede. No hay nadie que no dé su mejor esfuerzo en hacer las cosas mejor que el día de ayer, no hay nadie que no tenga cimientos sobre los cuales levanta día con día la edificación que constituye su vida. La diferencia radica en los materiales de que disponemos para erigir la estructura, la pericia que tenemos para manejarlos y darles la forma que creemos conveniente, pero sobre todo, los cimientos que imponen límites a lo que podemos o no crear (e imaginar) en el terreno de que disponemos.
"Si vas a hacer algo, hazlo bien"
"Si quieres que algo salga bien, hazlo tú mismo"
Acuñamos ambas frases casi al mismo tiempo, pero aún así, jamás le dimos mucha importancia a la segunda, puesto que de cierta manera nos parecía redundante, y aunque todavía lo parece, en este momento parece ayudar a complementar la idea. Es decir, no basta con "hacer bien las cosas", o dicho de otro modo, no basta con que las cosas "estén bien hechas", porque lo que está "bien" para alguien, estará "mal" para otro. Entonces, la única manera de asegurarnos que las cosas estén "bien hechas", es hacerlas por tu propia cuenta.
Por supuesto, este pensamiento puede ser desagradable, pues imposibilita la confianza y te obliga a esforzarte en el más inútil proyecto de moldear el mundo a tu gusto y beneficio, y aunque puede enmendarse un poco al recordar que lo que estamos construyendo es nuestra propia vida, y no la de alguien más, sigue resultando problemático cuando lo juntamos a la premisa de que siempre haremos lo mejor que podemos para alcanzar lo que cada uno de nosotros considera como "bueno", lo cual no necesariamente excluye a los otros (quienes forman parte de nuestro mundo), quienes podrían interpretarse como extensiones de nuestro cuerpo, y que, por lo tanto, deben funcionar para nuestro beneficio. Estamos conectados a tal grado que lo "bueno" para un individuo, podrá procesarse fácilmente como un "bien común". Multiplica eso por la cantidad de seres humanos en el mundo, y las restricciones sociales más tiránicas y opresoras comienzan a sonar agradables de repente.
Y entonces comienza el dilema de la seguridad y la libertad, pero ese es tema para luego.
Es difícil mirar un punto negro durante mucho tiempo cuando tu cerebro te empieza a obligar a hacer otra cosa por miedo, fatiga, dolor, incertidumbre o simplemente aburrimiento. Es difícil mantenerte firme en una misión que va en contra de lo que a todas luces se te muestra como perjudicial. Es difícil construir un puente de acero en arenas movedizas, tus herramientas de trabajo son deficientes, los materiales disponibles son inapropiados y para colmo, nadie te ha indicado qué debes de hacer, te dieron instrucciones erróneas o contradictorias, o simplemente te instruyeron para una labor distinta a la que te ocupa. Quizá te encuentras solo en una tarea pensada para miles. Quizá es todo lo contrario y cada pieza encaja. Quizá todo está a tu favor y la obra magna sale de ti sin esfuerzo aparente y con harto regocijo a cada paso. Puede suceder lo que sea. Hay demasiadas variables como para achacarle tu destino a la primera que te venga en mente, pero tratar de controlar cada aspecto de tu vida tampoco es una gran idea.
En todo caso, harás lo mejor que puedas.
El resultado será tu vida.
El resultado será tu obra de arte.
Logramos pasar 4:55 mirando el punto negro. La próxima vez lo haremos mejor. ¿Cuál es su récord?
El reto consiste en mantener la mirada fija en el punto negro durante tanto tiempo como sea posible. Es válido parpadear (entre menos, mejor), pero tu vista no debe enfocarse en nada más que el punto negro. No desvíes la mirada ni un segundo. Advertencia: Los colores comenzarán a confundir a tu sentido de la vista, y con esta información tan contradictoria, poco a poco, tus ojos dejarán de procesar los dos colores por separado, y comenzarán a promediar la información. Eventualmente, los dos colores que percibas se irán tornando grises. En este punto, quizá temas por tu salud visual, pero debes seguir mirando al centro. El reto va de eso y nada más. Ahora sí, explicado eso, inténtalo. Puedes poner un cronómetro para conocer tu récord. Cuando te recuperes de la experiencia (lo cual toma poco tiempo) continúa la lectura, y descubrirás el significado de este reto.
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(Nos disgusta hablar con afirmativos. Lo que diremos a continuación es pura especulación que gira en torno a nuestro punto de vista. Hacemos afirmaciones por conveniencia a la hora de transmitir nuestras ideas)
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Es tan fácil ser tú, y aún así, absolutamente nadie en este mundo (aparte de ti) es capaz de serlo. Así mismo, para ti es imposible convertirte en cualquier otra persona. ¿Te agrada la persona que eres? ¿O quizá no? Da lo mismo, nadie puede experimentar el mundo igual que tú, y aunque sea agradable o tortuosa tu vida, eres la persona más capacitada para ese rol. Nadie podría hacerlo mejor. Por supuesto, ser bueno en algo nunca ha sido sinónimo de hallar placer en ello, lo cual tampoco implica que lo opuesto sea la norma.
Un chico intenta persuadir insistentemente a una chica para que ésta acepte salir en una cita con él. Ella se muestra incómoda con la situación, no quiere aceptar, pero las indirectas con las que trata de comunicar su negativa son ignoradas. Él sigue evadiendo las excusas de ella, tratando de arrinconarla para que no tenga más opción que aceptar. Ella se ve cada vez más atrapada, podría salir de la situación con una negativa clara y directa, pero tras haber tomado una ruta diferente, le es difícil cambiar de estrategia. Del mismo modo, él podría dejar la persuasión e intentar averiguar lo que ella desea, a fin de buscar un equilibrio en el que ambos obtengan lo mejor posible, en lugar de priorizar sus propios intereses, pero tras haber tomado una ruta diferente, le es difícil cambiar de estrategia.
Eventualmente ella cede, y acepta salir con él. La situación estaba a favor de él. Ambos estaban formados a la espera de algo que ninguno quería perderse, así que no había escapatoria. Así mismo, un colega de él estaba presente, factor importante para que él se mostrara incluso más decidido de lo normal. Ella estaba sola (si bien, con ellos), así que carecía del apoyo necesario para afrontar la situación.
En un principio fue fácil ver el evento como una especie de batalla. Un tira y afloja en el que dos combatientes buscan lo mejor para sí a costa del otro (aunque en este caso, la balanza estaba desequilibrada). Después, nuestra interpretación de los hechos fue la de una muestra de poder de parte de él, lo cual de inmediato nos puso "del lado de ella", queriendo "defenderla", "ayudarla a vencer" al otro, o en todo caso, permitirle "escapar" de una "batalla" en las que no se le auguraba victoria alguna. La situación seguía en marcha y decidimos tratar de entender el punto de vista de él. Era claro que entendía las indirectas, así que tenía que haber una razón para ignorarlas y seguir adelante como si nada. "Qué cabrón", fue lo primero que pensamos, y nos hubiéramos quedado con esa idea si no hubiéramos estado allí atascados en la fila cerca de ellos. No obstante, seguimos indagando en el por qué, hasta que nos planteamos la situación desde un punto de vista diferente: ¿Por qué nosotros no actuaríamos como él? ¿Por qué nos es tan difícil empatizar con su punto de vista?
¡Claro! Es porque somos personas diferentes. Es imposible para una persona convertirse en otra radicalmente diferente de un momento a otro. Muy bien. ¿Y eso cómo ayuda a entender su forma de actuar? Bueno, pensemos en nosotros mismos una vez más. Usemos de referencia nuestra experiencia para lanzar algo de luz en la caverna.
"Si vas a hacer algo, hazlo bien"
Llegamos a esa conclusión en secundaria, a mitad de un trabajo grupal en el que los esfuerzos de nuestros compañeros dejaban mucho que desear. No entendíamos por qué sólo nosotros nos esforzábamos, y aunque quizá sabíamos la respuesta, no lográbamos conectar los cabos sueltos para articular lo que habíamos descubierto, pero de pie en aquella fila, años después de acuñar esa breve frase de antes, finalmente cobró sentido.
Él decidió, a través de cada pequeña experiencia en su vida, convertirse en la persona que se convirtió después y que guiará su camino futuro. No fue una única decisión la que marcó su rumbo, y no fue un sólo momento en el que se solidificó su perspectiva del mundo y de sí mismo. No hubo un momento en el que él dijera "oh, éste soy yo. Ayer no lo era, pero hoy, y de ahora en adelante, lo seré". No. Por lo tanto, realmente no importa tanto saber por qué él decide actuar de cierto modo, sino que, tras haber asumido una personalidad (acuñada con los años), lo único que una persona (no sólo él, sino cualquiera) puede hacer a partir de allí, es reafirmar su posición, reafirmar su existencia, perfeccionar su papel en la obra, pulir su actuación. Mejorar en ser sí mismo. No importará en lo más mínimo si sus acciones son "correctas" o "incorrectas", lo que importa, es que de acuerdo a su experiencia, funcionan para conseguir sus objetivos, y aún cuando no, dichas acciones forman parte de los cimientos sobre los que se erige su visión del mundo, su realidad completa. La pregunta no es ¿Por qué es así?, sino ¿cómo llegó a serlo?
"Si vas a hacer algo, hazlo bien"
Pero ¿qué es "bien"? ¿Qué unidad de medida se ocupa para medir lo "bueno", y distanciarlo de lo "malo"? ¿Qué brújula indica la dirección en la que tenemos que extender la regla, y luego caminar 100 metros dirección al "bien" para convertirnos en personas ejemplares? No hay.
No hay una medición concreta, si bien, como colectivo, nos empeñamos en refinar la conducta humana mediante unidades morales de caridad y benevolencia, así como restricciones sociales que penalizan a pequeña o gran escala las conductas indeseables a pequeña o gran escala que ponen en riesgo la existencia del grupo, pero a final de cuentas, la definición de lo que es "bueno" sigue siendo personal, y la interpretación de "hacer bien las cosas" será tan variada como seres humanos haya.
Eventualmente ella cede, y acepta salir con él.
Arrinconada y sin la voluntad para cambiar de estrategia, ella cede para ponerle fin al conflicto. Es lo mejor que logró hacer. Con todo a su favor y realmente poco que perder en esa situación, él consigue su objetivo reafirmando su visión del mundo. Es lo mejor que logró hacer.
En ese momento nos dimos cuenta de algo. No sólo ellos, sino todo ser humano hace lo mejor que puede. No hay nadie que no dé su mejor esfuerzo en hacer las cosas mejor que el día de ayer, no hay nadie que no tenga cimientos sobre los cuales levanta día con día la edificación que constituye su vida. La diferencia radica en los materiales de que disponemos para erigir la estructura, la pericia que tenemos para manejarlos y darles la forma que creemos conveniente, pero sobre todo, los cimientos que imponen límites a lo que podemos o no crear (e imaginar) en el terreno de que disponemos.
"Si vas a hacer algo, hazlo bien"
"Si quieres que algo salga bien, hazlo tú mismo"
Acuñamos ambas frases casi al mismo tiempo, pero aún así, jamás le dimos mucha importancia a la segunda, puesto que de cierta manera nos parecía redundante, y aunque todavía lo parece, en este momento parece ayudar a complementar la idea. Es decir, no basta con "hacer bien las cosas", o dicho de otro modo, no basta con que las cosas "estén bien hechas", porque lo que está "bien" para alguien, estará "mal" para otro. Entonces, la única manera de asegurarnos que las cosas estén "bien hechas", es hacerlas por tu propia cuenta.
Por supuesto, este pensamiento puede ser desagradable, pues imposibilita la confianza y te obliga a esforzarte en el más inútil proyecto de moldear el mundo a tu gusto y beneficio, y aunque puede enmendarse un poco al recordar que lo que estamos construyendo es nuestra propia vida, y no la de alguien más, sigue resultando problemático cuando lo juntamos a la premisa de que siempre haremos lo mejor que podemos para alcanzar lo que cada uno de nosotros considera como "bueno", lo cual no necesariamente excluye a los otros (quienes forman parte de nuestro mundo), quienes podrían interpretarse como extensiones de nuestro cuerpo, y que, por lo tanto, deben funcionar para nuestro beneficio. Estamos conectados a tal grado que lo "bueno" para un individuo, podrá procesarse fácilmente como un "bien común". Multiplica eso por la cantidad de seres humanos en el mundo, y las restricciones sociales más tiránicas y opresoras comienzan a sonar agradables de repente.
Y entonces comienza el dilema de la seguridad y la libertad, pero ese es tema para luego.
Es difícil mirar un punto negro durante mucho tiempo cuando tu cerebro te empieza a obligar a hacer otra cosa por miedo, fatiga, dolor, incertidumbre o simplemente aburrimiento. Es difícil mantenerte firme en una misión que va en contra de lo que a todas luces se te muestra como perjudicial. Es difícil construir un puente de acero en arenas movedizas, tus herramientas de trabajo son deficientes, los materiales disponibles son inapropiados y para colmo, nadie te ha indicado qué debes de hacer, te dieron instrucciones erróneas o contradictorias, o simplemente te instruyeron para una labor distinta a la que te ocupa. Quizá te encuentras solo en una tarea pensada para miles. Quizá es todo lo contrario y cada pieza encaja. Quizá todo está a tu favor y la obra magna sale de ti sin esfuerzo aparente y con harto regocijo a cada paso. Puede suceder lo que sea. Hay demasiadas variables como para achacarle tu destino a la primera que te venga en mente, pero tratar de controlar cada aspecto de tu vida tampoco es una gran idea.
En todo caso, harás lo mejor que puedas.
El resultado será tu vida.
El resultado será tu obra de arte.
Logramos pasar 4:55 mirando el punto negro. La próxima vez lo haremos mejor. ¿Cuál es su récord?